Por año nacen demasiado rápido cerca de 360 bebés en la provincia. Son los que en las fichas médicas figuran como prematuros extremos: pesan menos de 1.500 gramos y representan el grupo más vulnerable dentro de todos los nacidos vivos. Gracias a los avances tecnológicos y a la calidad de la atención, aquellos que pesan 750 gramos o más generalmente tienen bastantes chances de sobrevivir, aunque deben enfrentar grandes riesgos.

Hasta hace unos ocho o diez años, los bebés que pesaban entre 1 kilo y 1,5 kilos no tenían casi posibilidad de sobrevivir. Ahora, la esperanza se enciende para un 86% de estos recién nacidos, según datos oficiales.

Los partos prematuros son la principal causa de la prematurez extrema en los bebés. Un embarazo normal dura entre 38 y 41 semanas. Un bebé es prematuro cuando nace antes de completar las 37 semanas de gestación. Los que corren mayor peligro son aquellos que nacen con menor tiempo en la panza de la mamá y con menor peso, sobre todo si no llega al 1,5 kilo.

Y aunque aumentan las chances de sobrevida, las complicaciones de la prematurez siguen constituyendo la principal causa de mortalidad infantil en la provincia y en el país. Son también la primera causa de discapacidades severas.

La prematuridad está aumentando en los últimos años. Las razones son varias. La familia ha envejecido: cada vez son más las parejas de 40 años que quieren tener hijos por primera vez y ésta no es la etapa más fértil. Además, se han incrementado los embarazos múltiples debido al mayor empleo de técnicas de reproducción asistida.

Menos distancias

Hasta no hace muchos años un un bebé que nacía prematuro en el sur de la provincia tenía que recorrer un largo camino para llegar -si es que llegaba- a ocupar una incubadora en un hospital o sanatorio de la capital.

En el hospital regional de Concepción empezaron con una incubadora. Y, de a poco, la esperanza para los prematuros que nacen en el sur se fue agrandando. Hace tres meses, quedó habilitada la ampliación de la sala de Neonatología del nosocomio.

Hasta antes de octubre había 14 unidades para atender a bebés de altísimo riesgo. Ahora, esta capacidad aumentó a 36 incubadoras. No obstante, en el hospital siguen trabajando siempre al límite del desborde, según cuentan la directora del nosocomio, Lia Rossi, y el coordinador del servicio de Neonatología, Eugenio Cabrera. “Hemos incrementado nuestra capacidad, pero no podemos habilitar todas las incubadoras porque nos faltan médicos. La especialidad de neonatología está en crisis en todo el país. No se consiguen profesionales”, dice Cabrera. Reconoce que la suya es una profesión muy desgastante y sacrificada, en la que “si un bebé se muere es culpa nuestra, y si se salva es gracias a Dios”.

“Le peleamos al diablo casi todos los días”, expresa Cabrera, y recuerda todos esos casos en los que ingresan bebés muy pequeños, con menos de un kilo, sin muchas esperanzas, y después de un tiempo vuelven a consulta como si nunca hubiesen estado al borde la muerte. “Mientras haya latidos nosotros no dejamos de atender e intentar salvarles la vida. Gracias a las nuevas tecnologías que están incorporando las salas de neonatología y a la mejor atención logramos disminuir las secuelas al mínimo posible”, expresa, mientras muestra la zona del hospital dedicada a los prematuros. Máquinas, monitores, respiradores y cables dominan la escena y ofrecen un panorama casi ‘galáctico’ de esta unidad. Y también llaman la atención los dibujos en las paredes, los muñecos y los mimos que tanto padres como profesionales dedican a estos pequeños.